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Historia de un feo

Historia de un feo

Cuando nací, el doctor fue a la sala de espera y le dijo a mi padre “Hicimos lo que pudimos… pero nació vivo”.

Mi madre no sabía si quedarse conmigo o con la placenta, como era prematuro me metieron en una incubadora… con vidrios polarizados.

Mi madre nunca me dio el pecho porque decía que solo me quería como amigo; en vez de darme el pecho, me daba la espalda.

Yo siempre fui muy peludo. A mi madre siempre le preguntaban: “Señora, a su hijo ¿lo parió o lo tejió?”

Mi padre llevaba en su billetera la foto del niño que venía de adorno cuando la compró.

Pronto me di cuenta que mis padres me odiaban, pues mis juguetes para la bañera eran un radio y un tostador eléctrico.

Una vez me perdí. Le pregunte al policía si creía que íbamos a encontrar a mis padres; me contesto: “No lo se; hay un montón de lugares donde se pudieron haber escondido”.

Y para colmo era muy flaco, realmente flaco: para hacer sombra tenía que pasar dos veces por el mismo lugar.

Pero mi problema no era ser tan flaco sino ser feo, siempre estaba en el top de los mas feos que publicaba Sardá.

Mis padres tenían que atarme un trozo de carne al cuello para que el perro jugara conmigo.

Sí, internautas, soy tan feo que una vez me atropelló un auto y quedé mejor.

Una vez que me secuestraron, los secuestradores mandaron un dedo mío a mis padres para pedir recompensa; mi madre les contestó que quería mas pruebas.

Tuve que trabajar desde muy pequeño. Trabajé en una veterinaria y la gente no paraba de preguntarme cuanto costaba yo.

Un día llamó una chica a mi casa diciéndome: “Ven a mi casa que no hay nadie”. Cuando llegué no había nadie.

A mi mujer le gusta mucho hablar conmigo después del amor. El otro día me llamó a casa desde un hotel.

El psiquiatra me dijo un día que yo estaba loco. Yo le dije que quería escuchar una segunda opinión. Me respondió: “De acuerdo, además de loco es usted muy feo”.

Una vez cuando me iba a suicidar tirándome desde la terraza de un edificio de 100 pisos, mandaron a un cura a darme unas palabras de aliento. Sólo dijo: “Perparados, listos…”

El último deseo de mi padre antes de morir era que me sentara en sus piernas. Lo habían condenado a la silla eléctrica…

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